Diario de Viaje - Día 8 – Tilcara. Jueves de ahijaditos

Cuando llegamos a la terminal tilcareña, el día estaba nublado y ya no llovía. Tilcara se encuentra ubicada en el centro de la Quebrada de Humahuaca. Su nombre proviene del quechua “Tica”: flor y “Kara”: cuero, “Lugar de buen cuero o cuero fuerte”. Al igual que varias de las poblaciones del norte, Tilcara no tiene fecha de fundación. Los últimos 50 años antes de la llegada de los españoles, su territorio fue anexado al Collasuyo, como se denominaba a la zona sur del Imperio Inca. La etnia mestizada que aún perdura entre sus pobladores es la de los Tilcaras, pertenecientes al antiguo pueblo Omaguaca que habitaba la Quebrada. En los últimos años, la ciudad de Tilcara tomó un gran protagonismo a partir de los festejos del carnaval en febrero y el de la Pachamama en agosto.


En la Dirección de Turismo encontramos un poco de información, nos dieron un mapa y algunas referencias, buena atención. La ciudad cuenta con varios museos: el Regional de Pintura José A. Terry, el Museo Arqueológico Eduardo Casanova, el Museo de esculturas Soto Avendaño y el Museo Fundación Medardo Pantoja. Además se puede hacer una excursión a la Garganta del Diablo donde hay una cascada que forma el Rio Huasamayo antes de descender del cerro y verter sus aguas en el Rio Grande. Y por supuesto se puede visitar el famoso Pucará, la antigua fortaleza de los Tilcaras desde donde divisaban todo el valle quebradeño.

Me había comunicado con Lucas un día antes y nos recomendó que vayásemos a un hostel que se llamaba Tierra Andina, que allí íbamos a encontrar buena onda y además estaba muy cerca de la terminal. Lo encontramos fácil y también encontramos allí mismo a Viviana y Natali, las chicas que despedimos cuando partimos de Tafí seis días atrás. Nos recomendaron que nos fueramos a otro lugar, que Tierra Andina no estaba bueno y que las habían tratado mal. Pienso en cómo, a veces, difieren las percepciones y los relatos, por un lado Lucas afirmaba que existía buena onda, por el otro las chicas denunciaban cierto maltrato. Nos ampliaron que había deshonestidad desde quien manejaba el hostel ya que en la misma habitación compartida en donde estaban ellas, algunos visitantes pagaban más que otros por el mismo servicio. Cuando hablaron con el encargado para despejar dudas sobre aquel “detalle” las maltrataron verbalmente. La verdad es que no lo dudamos, no somos partidarios de la deshonestidad así que nos fuimos a buscar otro alojamiento. Fue la última vez que vimos a las chicas, en pocos días tenían que regresar a Buenos Aires.

Callecitas de Tilcara

En los días previos a salir de vacaciones, unos contactos de Facebook nos habían hablado del hostel Mística, encaramos para ese lugar que queda sobre la subida de la calle Padilla. El lugar parecía lindo, yo creo que es pura apariencia porque en la práctica es medio pelo. Decidimos quedarnos ahí sin tener en cuenta algunas cuestiones básicas como ser: colchón y baños dignos. Por supuesto que cada uno tiene su propia opinión y tal vez alguno me dirá que no necesita tanto para dormir una noche, por alguna razón algunas personas creen que ese es un lindo hostel. En Purma estuvimos en un lugar mucho más sencillo pero altamente confortable. En Mística nos ofrecieron de movida una habitación compartida para ¡16 personas! Era todo un desafío dormir allí y como el precio de una habitación con cama matrimonial (con baño compartido) no era muy elevado nos decidimos a tener un poco de privacidad por primera vez en el viaje. Y ahora me doy cuenta que le puse el nombre de “cama” a lo que en realidad eran dos colchones apilados uno encima del otro. Esta característica única provocaba un hundimiento central del colchón superior, así que dormimos apretados en el medio. Cada intento por separarse y acercarse al borde era imposible, inexorablemente rodábamos hacia el medio del bendito colchón. Dormimos apretujados y al día siguiente la espalda de Ani pago las consecuencias. Encima la habitación era un poco más bajita de lo normal y el piso era de madera y estaba un poco torcido. Además se sentían los pasos de quienes se alojaban en el piso de arriba cuyo movimiento provocaba el desprendimiento de  “pelusas” (¡ponele!) que caían sobre nosotros.
Como anécdota del lugar nos queda el encuentro (una vez más) con el Doc oculista y su compañero de ruta. Justo ahí, en la puerta del hostel en el momento en que lo acababan de ver y hablar con la encargada. Evidentemente se dieron cuenta dónde habían caído porque no volvieron. Y fue la última vez que los vimos, o eso creo, a esta altura se me empiezan a mezclar hasta las caras! (ja!).

Pucará de Tilcara

Salimos de paseo y en la plaza principal había mucha gente. También había una banda de muchachos con bombos, redoblantes, trompetas y barítonos haciendo música, justo en el centro de la plaza. Dimos una vuelta viendo artesanías y llegamos al tinglado municipal donde aparentaba haber una fiesta. Una chica en la puerta nos explicó qué era lo que estaba ocurriendo. En Tilcara era jueves y como en toda la Quebrada, se festejaba el “Jueves de Ahijados”. Uno de los tres jueves previos al comienzo del carnaval, porque, de acuerdo a lo que nos explicaron, la cosa es así: la primera semana de febrero es el jueves de ahijados y está relacionado con el festejo previo del carnaval el cual es organizado por la juventud, la segunda semana se hace el jueves de compadres en donde el festejo lo organizan los varones y el tercer jueves es el de comadres en donde ocupan el lugar de la escena las mujeres. Al día siguiente del tercer festejo empieza el carnaval y los desentierros en cada uno de los pueblos de la Quebrada. O sea, que el carnaval tiene una previa importante. Nos contó, además, que los músicos que estaban en la plaza eran de la Banda Wilson de la Agrupación Ahijaditos. Estaban allí tocando para convocar al pueblo. Al mediodía se dirigirían a su mojón (cada agrupación tiene el suyo) donde darían comienzo al festejo.

Cuando comenzaron a ir hacia el mojón seguimos la caravana. Iba bastante gente, aunque la mayoría éramos turistas. El mojón es ni más ni menos que una apacheta. Las apachetas son montículos de piedras que en general se las encuentra en los caminos y allí se les hace ofrendas a la Pachamama para que cuide a quien va a emprender ese camino. En el carnaval se la denomina mojón y se realiza allí una ceremonia muy particular. Trajeron 2 cajones de cerveza y comenzaron a vaciarlas sobre el mojón, también le tiraban talco (o harina), papel picado, serpentinas y ramitas de albahaca. Luego que lo hicieron los integrantes de la agrupación invitaron al público presente a sumarse. Entonces me acerqué, tiré un poco de cerveza en el mojón, tomé un traguito y la pasé a otra persona. Inmediatamente vino un señor de Ahijaditos y me puso en la cabeza un poco de talco (o harina) con papel picado y me dijo: “que tengas lindo carnaval”. Por supuesto que no entendía nada pero me pareció divertido, Ani y el resto de los que estaban allí tuvieron que someterse al mismo ritual, así que luego de que se vaciaron los dos cajones y todos teníamos nuestras cabezas blancas, nos fuimos para el tinglado municipal donde nos esperaba un almuerzo que habíamos pagado previamente y que era muy económico. Estaba todo muy bien organizado, calculo que éramos unos 200 que estábamos sentados a la mesa y chicos jóvenes llevaban primero las empanadas de entrada, un picante de pollo (presa de pollo, arroz, cebolla, papa y salsita) y el postre que era el famoso Wachi (sémola con azúcar), todo muy rico. El festejo iba a seguir todo el día y entrada la noche con música en vivo a cargo de varios grupos folclóricos, entre ellos los Coroico.


Después de almorzar nos fuimos porque queríamos recorrer un poco y además ir hasta el Pucará. Al salir nos preguntaron si volveríamos más tarde, y pensábamos que sí, entonces un muchacho que estaba en la entrada agarró un sello de la municipalidad y nos lo estampó en el cuello ¡Sí! ¡En el cuello! Y así, sellados, anduvimos todo el día.
Fuimos al Pucará, ya lo conocía pero me volvió a impactar un poco hasta que apareció un guía del lugar (creo que se llamaba Marcos) y me tiró todo el impacto a la basura. Resulta que el Pucará de Tilcara es una reconstrucción de cómo era la vida en aquellas tierras quebradeñas antes de la llegada de los españoles. Teóricamente se realizaron estudios en el que trabajaron los arqueólogos Juan B. Ambrosetti y Salvador Debenedetti. Se comenzó la reconstrucción que luego fue finalizada por la cátedra de Arqueología Americana de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. En el Pucará podemos encontrar el sector de barrios de los habitantes comunes, el cementerio, el centro ceremonial, el taller lapidario, los corrales y un monumento que no tiene nada que ver con nada pero que fue realizado en homenaje a los antropólogos. Bue, todo muy lindo, el tema es que este guía trabajaba por una colaboración. No era guía oficial del lugar pero por sus venas corre sangre omaguaquense y es estudiante de antropología o historia, no recuerdo bien. Entonces nos contó que la reconstrucción no se hizo como debería haberse hecho porque no se respetaron fielmente los lugares en donde se encontraban los muros originales de la ciudadela. O sea, lo que vemos, según sus datos, no podría ser en realidad el verdadero Pucará. Como que está hecho muy turísticamente. Aproveché para consultarle lo de la Ciudad Sagrada de los Quilmes y me contó que algunas partes son originales y otras producto de la fantasía de los arqueólogos. En fin, el lugar no deja de ser interesante, valió la pena visitarlo una vez más.

Monumento y vista panorámica desde el Pucará

Cuando volvimos al hostel me los encontré a Marcelo y su mujer. Nos habíamos conocido en el tinglado mientras almorzábamos y casualmente nos alojábamos en el mismo lugar. Ellos estaban en el piso de arriba, tal vez eran los que caminando nos llenaban la habitación de “pelusas”, no lo sé, olvide preguntárselo. Por la noche salimos a dar una vuelta y el tinglado municipal seguía de joda, había gente en la calle que ya estaba sufriendo las consecuencias de la ingesta de alcohol desde el mediodía. Habíamos sacado pasaje para partir temprano a Iruya. Hacia allí iríamos con el sello en el cuello que el duchazo en Mística no pudo borrar.

Viene de: Diario de Viaje - Día 7 – Purmamarca. El mejor locro de la Quebrada
Sigue en: Diario de Viaje - Día 9 – Iruya. El pueblo perdido entre los cerros

Correción: Laura Beroldo (http://www.laura-exlibris.blogspot.com.ar) 
Fotos: El Cocoliche

Publicar un comentario

0 Comentarios