Luego de un suntuoso desayuno en Mística
(cuac) nos dirigimos a la terminal para emprender viaje a Humahuaca, allí
tomamos el incansable Transporte Iruya, que es lo mismo que decir que nos
subimos a un colectivo de la linea 60 pero con la comodidad de tener un espacio para llevar las
mochilas. El viaje a Iruya se hace por camino de ripio. El colectivo realiza un
tramo por la ruta 9 y luego se adentra en la 133 para pasar por Iturbe, El
Condor y otros pueblitos más. Antes de emprender la subida hacia la provincia
de Salta cruza dos ríos, este es todo un temita porque si los ríos están
crecidos se suspenden los viajes. Por suerte teníamos un día soleado y el rio
estaba calmo, al menos llegaríamos, la vuelta estaba por verse.
El camino a Iruya es algo
realmente entretenido. Tal vez el tramo que conecta a Humahuaca con Salta por
la ruta jujeña no sea de lo más vistoso en comparación a lo que es la bajada
salteña. La cosa es así: el colectivo toma un camino en subida para cruzar un
cerro que separa ambas provincias, cuando llega a los 4.000 msnm (además del
apunamiento) aparece un paisaje extremadamente increíble. Esa altura máxima es
el Abra del Condor, donde se encuentra el límite fronterizo de ambas provincias
y, a partir de allí, el colectivo comienza la bajada. Lo que se ve en ese
camino es muy difícil de describir. El rio Iruya, que en esa zona se llama
Colanzulí, separa el cerro de las planicies en altura. Lo que se ve “enfrente”
son campos sembrados, algunas casas y montañas que encierran ese hermoso paisaje.
Los colores y la inmensidad son realmente impresionantes. Mientras uno se
maravilla por la vista que le regala el lugar, el colectivero va lo más
campante asomando al precipicio la trompa del vehículo cada vez que realiza una
maniobra para doblar. La invocación a la Pachamama, Alá, Dios y Buda es
inevitable y el pedido de que al menos nos dejen llegar, también (ja!). Más
allá de todo, uno va confiado, estos choferes viajan por esos caminos todo el
año ¿justo con nosotros se van a equivocar? Bueno, no sé, yo preferí pensarlo de
esa manera…
La fantástica vista que regala el viaje a Iruya |
A pesar de que son sólo 83 km que
separan a Iruya de Humahuaca, el viaje alcanza las 3 hs. de duración. El
descenso hasta los 2780 msnm del pueblo Iruyense se hace por el territorio de
Quillamarka, un pueblo Kolla que perteneció al Qollasuyo (Imperio Inca).
Iruya es un pueblo de cultura
aborigen que conserva tradiciones hispánicas, la interculturalidad se hace
presente en la actualidad. El significado de su nombre proviene de la palabra Quechua
o Aymara IRUYOC, en donde IRU es paja y YOC abundancia, o sea “abundante paja”. Su fundación data de
1753, sin embargo existen actas de nacimiento en la parroquia de Humahuaca que
testifican que un siglo antes ya había habitantes en el lugar. Se sabe que fueron los Ocloyas
esos antepasados indígenas. Tal como lo hacían aquellas comunidades, en la
actualidad, es el trueque una de las actividades comerciales que siguen
vigentes en Iruya.
Cuando bajamos del colectivo
había varios habitantes que nos ofrecieron hospedaje, a nosotros nos habían
recomendado el hostel de Asunta pero al llegar allí ya no había más lugar. Como
se encontraba en lo “alto” del pueblo fue todo un tema el ascenso, el camino de
piedra y el peso de las mochilas nos obligaban a detenernos cada tanto,
mientras los iruyenses iban y venían como si nada. Frente a la iglesia nos
habíamos encontrado con Mily, una chica muy jovencita que nos ofreció
alojamiento en “El Wichiku”. Como habíamos descendido y el hostel estaba allí nomás,
ya no había el más mínimo ánimo de volver a subir la cuesta, entonces nos
quedamos en el “Wichi”. No nos equivocamos, el lugar era muy tranquilo,
económico y cómodo. La atención y el trato de Mily y su familia fueron excelentes.
Habían construido en su propia casa algunas habitaciones y compartíamos baño,
cocina y terraza cuya vista panorámica daba al rio. También atendían un comedor
donde se comía barato y muy rico.
Como de costumbre, nos acercamos
a la Dirección de Turismo y claro, no nos fuimos muy conformes, no podía ser de
otra manera. Queríamos hacer la caminata hasta San Isidro, un pueblito que
queda a 8 km remontando el rio en dirección norte. En la previa escuchamos
varios relatos de gente que ya había realizado el viaje. No pudimos hacer
coincidir ninguno en cuanto a la cantidad de tiempo y el nivel de dificultad
que conllevaba la travesía. En Turismo nos dijeron que más o menos teníamos que
ser Indiana Jones para llegar a San Isidro salvo que contratáramos un guía que
por una suma considerable haría de nuestro viaje el más maravilloso de todos
los que puedan existir. La economía a esta altura del viaje y las pocas ganas
de Ani, hicieron que renunciáramos al proyecto San Isidro. Creo que siempre es
bueno dejar cosas pendientes por hacer en cada viaje, porque de esa manera se
abre la posibilidad de un futuro regreso.
Bueno, recorrimos Iruya en un
rato, nos cansamos un poco porque todo el pueblo está sobre la falda de un
cerro. “No le encuentro mucho pintoresco”
dijo Ani, “es parecido a las favelas de
Brasil ¿viste?” afirmé yo, no entiendo de donde saqué eso, era evidente que el cansancio nos estaba haciendo mal...
Tal vez no sea el pueblo más lindo que recorrimos en el viaje pero se respira
paz, mucha paz y creo que eso solo justifica conocer Iruya. Al otro día, luego
del desayuno, teníamos pensado ir hasta el “Mirador de la cruz”. Allí nos
encaminamos, otra vez en subida hasta lo más alto de Iruya. La vista desde ese
lugar es espectacular, se ve todo. Encima las nubes estaban bajas así que
algunas fotos salieron increíbles. Abajo se podía ver la plaza Sgto. Rosa
Guevara, que estaba tapada con un toldo naranja y azul porque bien temprano
empezaron a llegar habitantes de los poblados de alrededores. Se estaba
preparando la “Festiferia Tradicional del
Canto y la Copla”. En la feria se exhibían los productos de la tierra y
artesanías que se producían y había un jurado que determinaba cuáles eran los
mejores. También prepararon un escenario para los copleros que participarían de
la festividad. Lamentablemente nos teníamos que ir al mediodía y sólo pudimos
recorrer la feria, probar algunas frutas y comprar yuyo de “muña muña”. Este
yuyito tiene las propiedades, de acuerdo a voces expertas, de ser un
estimulante afrodisíaco. Sin embargo, cuando le pregunté a la vendedora (poniéndole
cara picaresca) sobre las propiedades medicinales del yuyo me contestó: “lo puede usar para los dolores de estómago
y el empacho” ¿nada más? Bue…lo llevo igual…
Infaltable foto de la iglesia de Iruya |
Correción: Laura Beroldo (http://www.laura-exlibris.blogspot.com.ar)
Fotos: El Cocoliche
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