Desayuno en “Pacha Cuty”, algunos
ya nos vamos, seguimos viaje con rumbo norte. Otros se vuelven a Buenos Aires,
entre ellos un muchacho que andaba en muletas. Las había comprado en Cafayate
para poder hacer más digna su vuelta a la rutina luego de haberse esguinzado un
tobillo mientras caminaba en una peña. La forma y color que había adoptado ese
tobillo no tenía nombre, igual se lo veía bien, con onda positiva, moviéndose
de un lado a otro con sus nuevas compañeras. A las 9 nos pasó a buscar Aníbal
en su remis turístico. Este buen hombre
era oriundo de Buenos Aires, más precisamente de Lomas de Zamora. Se había
establecido en Amaicha hacía cinco años atrás. En un principio trabajó en el
rubro seguros en Cafayate y luego se largó solo. Además de este servicio de
remis, que ofrece a cada paisano que pisa Amaicha apenas baja del micro en la
terminal, también armó en el fondo de su casa un camping. El camping no está en
pleno centro del pueblo pero goza de una buena tranquilidad y confort, al menos
eso fue lo que nos vendió. Este remis turístico tiene varios destinos,
nosotros contratamos el viaje a Cafayate
con escala en la Ciudad Sagrada de los Quilmes y sobre la ruta del vino una
degustación en la bodega Las Arcas de Tolombon. Adelanto que fue un servicio
excelente y muy económico.
Camino a la Ciudad Sagrada, Aníbal
nos fue contando varias cosas acerca de cómo era la vida de un bonaerense en
aquellas tierras, con otra idiosincrasia y otro ritmo. La verdad es que
aparenta estar adaptado al lugar aunque no demasiado mimetizado porque habla y
vive a mil. Cuando salimos a la ruta dijo algo así: “Bueno, les voy a contar un poco lo que estamos viendo y hacia dónde
vamos”, a partir de allí no paró de hablar hasta Cafayate. Nos contó cómo
se “movían” el viento y la lluvia por aquellos lados y que el Rio Santa María
que cruzamos en el camino corre en dirección sur-norte, al revés de la mayoría
de los ríos. Esta particularidad, según Aníbal,
lo catapultaba como uno de los 4 o 5 ríos del mundo que corren en esa
dirección y nos puso de ejemplo el río Nilo. Yo, por supuesto, llegué a Buenos
Aires y me puse a investigar y no llegué a ninguna conclusión. Es verdad que el
Santa María corre de sur a norte hasta que se junta con el río Salado que toma
dirección sur y termina siendo afluente del Paraná. También hay un rio llamado
Conlara en San Luis y el Orinoco en Venezuela y el Rhin en Alemania y muchos
más…
En fin, llegamos a la Ciudad
Sagrada de los Quilmes. Es un predio de aproximadamente 30 hectáreas ubicado al
pie del cerro Alto del Rey, cuando se ingresa desde la ruta 40 se recorren 5
km. hasta las ruinas. En la intersección de la ruta y el camino a las ruinas
hay un edificio donde se reúnen las comunidades de la zona para discutir el
tema de la administración de la Ciudad Sagrada. Cuando llegamos había una
asamblea que involucraba a varias familias indígenas del valle. De acuerdo a lo
que nos contó Aníbal, a las comunidades les cuesta un poco ponerse de acuerdo
con el tema de la administración y cómo no les va a costar, ¡si son seres
humanos! no me pareció ninguna novedad. Al ingresar en el predio, te cobran una
entrada de $30 pero no existe ningún tipo de folletería y apenas hay algunos guías
que te acompañan hasta unos metros más allá de la entrada en donde te resumen
la vida y costumbres de quienes habitaban ese lugar y luego te largan solo.
Como había asamblea, los puestos de artesanías y de bebidas, comidas, etc.
estaban cerrados, Mas allá de todo esto, el lugar es imponente, espléndido, o
al menos lo fue hasta el momento en que estuvimos en Tilcara hablando con un
guía del Pucará. No importa, eso es otro asunto para más adelante. Se camina
bastante en aquel sitio, se sube, se sube y se sube. Todo este viaje se subió,
se subió y se subió…
Hay dos sectores altos
identificados como “Atalayas” sur y norte. Desde allí arriba se puede observar
la inmensidad de todo el valle y se llega a comprender el por qué de la
resistencia de más de 130 años del pueblo de los Quilmes al acoso español antes
de ser invadidos. Cuenta la historia que el español Francisco Mercado y
Villacorta sitió la ciudad, envenenando el agua con la que se aprovisionaban
las comunidades e impidiéndoles acceder a sus cultivos. Finalmente en 1667
llegó la rendición y el sometimiento. Se dice que fueron alrededor de 2.500
personas quienes marcharon a pie para ser desterrados y crear la Misión de
Santa María de Quilmes, en el sur del conurbano bonaerense. Pero sólo alrededor
de 400 lograron llegar después de recorrer los más de 1200 km. que los
separaban de los valles calchaquíes. El horror y el cinismo mismo que fue
infligido por quienes levantaban la bandera de la “civilización”. Todavía
algunos en estos tiempos se enorgullecen de ser hijos de la “madre patria”
bárbara que asesinó a millones de americanos y despojó de sus riquezas a un
continente maravilloso. Yo paso, prefiero la orfandad.
Luego de subir y bajar por los
interminables caminos de la ciudadela nos fuimos camino a la bodega de vino
“Las Arcas de Tolombon”. El lugar es muy bello. La construcción está inspirada
en las grandes obras arquitectónicas de los pueblos del desierto de África, de
ahí su forma estructural tan particular. Nos mostraron toda la bodega y nos
explicaron como es el proceso de
fabricación que utilizan. Degustamos algunas uvas de uno de los vinos que
fabrican, el “Siete Vacas”. Nos llevamos una botellita del varietal Tannat
exquisito.
Desde allí, solo algunos km. nos
separaban de Cafayate y Aníbal nos había recomendado dormir en lo de “la
Luisa”, así que nos llevó hasta allí. El nombre Luisa remite, en general, a una
persona mayor digamos. A una señora buenaza diría yo si se me permite el
término. Pero la realidad es que Luisa es una chica de 27 años. Muy atenta,
siempre amable, que nos abrió las puertas de su casa y nos hizo sentir muy cómodos.
Ella vive con su madre y sus perros. El lugar es muy agradable, tranquilo, con
una Santa Rita en el patio ideal para sentarse tranquilamente a tomar mate, por
ejemplo. En el fondo tienen unas parras de uva, que están allí como legado
familiar. Y acá quiero detenerme para decir que las tierras de Cafayate son un
milagro. Uno va, tira una semilla de cualquier uva y le crece una parra. Así de
simple e increíble, crece, da uva y ya tenés vino. Vi muchísimas casas con
parras, muchas, dispersas por todo el pueblo y alrededores. Y ni hablar de los
grandes viñedos…
En Cafayate teníamos pensado
bajar un par de cambios y descansar dos días. Sin embargo, por la tarde nos
fuimos a una excursión de 5 hs. a la Quebrada de las Conchas. La excursión, que
cuesta $180, es una buena posibilidad para recorrer y entender de qué se tratan
los 48 km de formaciones rocosas que surca la ruta 68. Estas formaciones fueron
tomando algunas formas particulares gracias a la erosión de los vientos y el
agua durante millones de años. Así pudimos ver, entre otros, “los castillos”,
“la locomotora”, “la garganta del diablo”, “el anfiteatro” y caminar por “la
yesera”, donde cerros de varios colores sorprenden por lo imponente de su
paisaje. Es una excursión imperdible y agotadora.
Por la noche fuimos a probar el famoso helado de vino. Caímos en lo de Miranda, la heladería creadora del primer helado de vino. Las variedades son el torrontés y el cabernet. Fuimos con Ani y nos pedimos una variedad cada uno, ella cabernet y granizado, yo torrontés. Cuando le pregunté a la señora que atendía con qué gusto frutal podría andar, me comentó que un mendocino afirmó contundentemente que el torrontés y la tuna eran la combinación perfecta. ¿La tuna? ¿Qué es eso? Me contó que es la fruta del cactus y como yo jamás la había probado, le acepté la combinación. Gracias mendocino, tu definición ha sido muy acertada.
Viene de: Diario de Viaje - Día 3 – Amaicha del Valle. Primero el medio ambiente después el lucro
Sigue en: Diario de Viaje - Día 5 – Cafayate. La Comunidad Diaguita Suri
Correción: Laura Beroldo (http://www.laura-exlibris.blogspot.com.ar)
Fotos: El Cocoliche
Enlaces: http://www.amaichadelvalle.com/http://www.bodegalasarcas.com.ar/
http://turismo.salta.gov.ar/
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